martes, 4 de agosto de 2020

UNA REVOLUCIÓN COMO DIOS QUIERE

Por Rodolfo Monedero Wassmann

Uno de los aspectos que más me atraen del pensamiento social de nuestro padre es que contempla la cuestión social proponiendo, no sólo medidas asistenciales, sino también un trabajo de transformación del mundo, “una revolución, pero como Dios la quiere”.

Y esa transformación la enfoca desde el universalismo y, a la vez, desde la unilateralidad orgánica. Universalismo, porque abarca a todos los hombres y a todas las dimensiones (terrenales y espirituales) del ser humano. Y unilateralidad orgánica, porque propone abordarla por el camino de la educación, educación de uno mismo y educación de los demás.

Todo cristiano y, con mayor motivo, todo schoenstattiano está llamado a trabajar en la educación de sí mismo. Sin embargo, no todos estamos llamados a trabajar directamente en el mundo de la educación de otros. Pero hay muchos modos de influir indirectamente en la educación, desde el testimonio de un comportamiento honesto en los negocios, hasta el trato de respeto a la dignidad humana en la empresa, pasando por una participación en el ámbito político que busque el bien común y no el desprestigio del adversario.

Después de vivir 6 años en Alemania, me ha llamado la atención cómo allí, por ejemplo, cuando un político es sorprendido en un comportamiento poco ético, no le queda otra alternativa que la dimisión. En España, por el contrario, incluso entre partidos con posiciones políticas antagónicas, se tapan unos a otros, porque todos tienen cosas que ocultar. En este sentido es significativo que desde hace unos años, los españoles señalen a los políticos como uno de los mayores problemas de la sociedad española. Y sin embargo la corrupción no es penalizada electoralmente.

El PK habla de un alejamiento de Dios y de la Iglesia por parte del pueblo sencillo y de los trabajadores. En este punto deberíamos preguntarnos si ese alejamiento no tiene una de sus causas en que, como miembros de la Iglesia, nuestro comportamiento ha sido insuficiente en el trabajo de transformación social.

Es cierto que cuando uno investiga y busca, encuentra foros y grupos que, desde la fe, trabajan por una mejora de la sociedad en todos sus niveles. Pero también es cierto que esas instancias no tienen, hoy por hoy, la suficiente visibilidad social como para que sean percibidas por el resto de la sociedad como agentes de cambio.

Nuestro padre señala que a menudo, quienes no sufren carencias sociales viven un ideal matrimonial muy tibio. A las carencias que él señala, podríamos añadir actualmente otras que se han ido dando desde que él diera sus jornadas en los años 30 o en la posguerra europea. Por citar algunas en la España de hoy, aparte de la pobreza y la exclusión social, ya de por sí suficientemente graves, están la crisis habitacional, sueldos insuficientes, el desempleo endémico, una educación cada vez más deficiente y un progresivo alejamiento de Dios.

Por lo tanto, creo descubrir una llamada de nuestro padre a vivir nuestro ideal (personal, matrimonial o de comunidad de Schoenstatt) de forma exigente, y con una clara conciencia social, de modo que seamos capaces de ofrecer un testimonio evangélico y un liderazgo profético para la España de hoy.

 


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