martes, 11 de agosto de 2020

LA DOCTRINA SOCIAL, BROTA DEL CORAZÓN

 Susana Arregui G.

Hace unos días mi hija Teresa me mandó un video de uno de mis nietos pequeños. En el video se veía a Mateo, de cuatro años, muy serio y estirado, de pie frente al televisor y con un birrete en la cabeza. Era el día de su graduación de la escuela infantil y, debido a la pandemia, lo estaban haciendo a través de zoom. Al mirarlo me llené de nostalgia, ¡qué pena!, pensé, no puede vivirlo de verdad. Pero al observar a mi nieto, me di cuenta que sí lo estaba viviendo de verdad, para él no había diferencia entre lo presencial y lo virtual.

Entonces pensé en el Padre Kentenich. Para nuestro Padre lo natural y lo sobrenatural estaba unido, la forma que tenía de mirar los acontecimientos y a las personas no era lineal, era global y lo hacía con la mirada de María. Desde esta perspectiva me gustaría contestar a las preguntas del tema.

Una de las cosas que más me impresionan del Padre es que a él le importaba el ser humano en su integridad. En el Acta de Prefundación, de la que se hace alusión el texto del P. Patricio, él habla de la importancia de conocer el interior del hombre, “el micro mundo”, de la necesidad de que los avances y la técnica sea para el hombre y no al revés. Yo creo que ese es el primer principio en su doctrina social: LA DIGNIDAD DEL HOMBRE.

En una de las tarjetitas del “Teléfono del Padre” que podemos coger en la cripta del Santuario se lee: Schoenstatt se construyó desde el servicio desinteresado a cada persona y así debe seguir siendo.

Como decía al principio su mirada iba mucho más allá que la de cualquier persona, porque miraba con los ojos de Maria ¿Cómo experimentó el horror de Dachau? En ese tiempo el padre experimentó de una manera brutal lo que significa para el hombre perder su dignidad, su libertad, todo lo que posee. Y como María, todo lo que vivía lo guardaba en su corazón y lo transformaba en obra y misión para su familia de Schoenstatt.

Me gusta la forma que tenía el Padre de tratar al prójimo, porque lo trataba con respeto, con dignidad, no con un paternalismo barato. A veces entendemos el trato con el pobre así: desde arriba sin ponernos a su altura.

Si pensamos en los retos que tenemos en Schoenstatt respecto a la doctrina social de nuestro Padre yo creo que depende del país en el que estemos. En España tengo la sensación de que aun estamos muy lejos de vivirla. Es verdad que se van dando pasos en ese sentido, pero lo hacemos como separándolo de lo demás, como diciendo: esto es aparte.

La esencia de la Doctrina Social de la Iglesia está en el Evangelio, no hay otra cosa, esta en su ADN. Lo mismo debe ser en Schoenstatt, siendo fieles a la doctrina social de Padre Fundador.

Pienso que algunas veces los proyectos, los ideales los planes pastorales los ponemos por encima de las personas, como si las utilizáramos y así nos saltamos el principio de la dignidad de la persona.

La doctrina social no puede surgir del intelecto, solo puede ser real si brota del corazón. Tenemos que creer que Cristo está en el otro y actuar no porque es nuestro deber sino porque es su derecho.

Nuestro Padre nos enseña a comprometernos con el hombre de nuestro tiempo, nada de lo que sucede a nuestro alrededor nos debe ser ajeno y, como él nos dijo: tener la mano en el pulso del tiempo y el oído en el corazón de Dios.

 

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